jueves, julio 14, 2005

the end

Érase una vez un hombre viejo, calvo y sin garbo. Andaba sin rumbo de acá para allá todo el día. Vivía cerca del cementerio y cuando salía a pasear, lo hacía entre los nichos más nuevos. Esto le daba qué pensar. Pensaba en la vida, en la muerte, en el tiempo, en Ana, en los nietos, en tantas cosas que fueron y ya no son. Pero no todos sus pensamientos eran negativos, también pensaba en flores, en insectos, en lo bonito que será todo al otro lado...
Vivía de cine en cine, de sala en sala. Veía todos los estrenos, los buenos y los malos, los nacionales y los internacionales. Conocía a todos los acomodadores, los taquilleros, los que venden palomitas y los que limpian el suelo. Siempre iba solo y nunca acompañado.

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