Apareció una abuela con su nieto y, sí señores, lo nunca visto, me pidió la vez para el columpio. Yo no pude decirle que no e inmediatamente le dije: "Juan, le dejamos a este niño el columpio, ¿vale?"
Aprovechamos la confusión, y que ya era tarde, para volver con la bici de cuatro ruedas a casa.

1 comentario:
Porqué es tan estraño el país de las lágrimas.
desde Galicia. :)
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