jueves, septiembre 18, 2008

Improvisando, felicidades

El fin de semana pasado fue muy completo. El viernes por la noche estuvimos viendo al maquinista en persona, atentos a como cambiaban de planos (pocos) e intercalaban piezas.
El sábado por la mañana hicimos una excursión al pueblo, eran las fiestas y mi padre el pregonero. (¡Qué importante!) Petardos, trompetas para niños, harina, viento y mucha gente sana y robusta de pueblo. Sobrinos. Por estas sorpresas que te da la vida, nos llovieron unas entradas para la expo en su penúltimo día de vida. Bueno, pues ya que las tenemos habrá que ir, ¿no? Además hoy toca Calamaro.
Fuimos por la noche "Aforo completo en el anfiteatro" decían los carteles. Bueno, no pasa nada, ya lo escucharemos desde fuera.
Dimos un paseo por ranillas y vimos los cuatro pabellones que aún quedaban abiertos. Robé un trozo de la pared del pabellón de África (ya saben, si Mahoma no va a la montaña...).
12.30, empezaba el argentino a cantar. ¿Nos acercamos, o qué? Venga. Pasamos por delante de la puerta y una fililla de gente iba entrando. Sí, nos colamos.
Y allí me reencontré con Andrés. Tenía mal recuerdo de él sobre un escenario, no podía cantar, se caía. Pero el sábado estaba sembrado, hacía bromas, corría y movía los brazos como una gallina; ¿qué más se puede pedir?
Hoy, cuando he leido esto en el País, he decidido que vuelvo a querer a Calamaro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Seguro que Mahoma terminará llendo a la montaña.