martes, noviembre 21, 2006

La historia de Modesto


Conocí una vez un hombre que se llamaba Modesto y tenía un perro. La única vez que he ido a un juzgado fue por su causa. Un día se quemó su casa y sólo encontraron cenizas, nadie supo cómo murió. Yo, como lo conocía desde niños, tuve que ir a hablar con el señor magistrado.
Modesto nunca tuvo muy buena pata, pero su mala suerte empezó el día que llegó al pueblo la segunda orden de que había que vacunar a todos los perros. La primera vez que lo llevó a vacunar el animal resistió con más pena que gloria, pero a la segunda el chucho no sobrevivió. Modesto llevó a su animal al veterinario después de amenazas de que si no lo hacía lo matarían. Preocupado por qué sería de él si su perro moría, cuando volvió del médico a casa le frió dos sardinas, pero ni por esas, el perro murió. Lo envolvió en una chaqueta vieja y lo tiró junto a un camino. Todas las mañanas cuando salía del trabajo pasaba por allí y se paraba, pero no se acercaba mucho por miedo de ver a su perro muerto.
Los del pueblo se rieron de él. Le hacían bromas en el bar, pero Modesto les sonreía como pidiendo perdón por haber tenido un perro y haberlo amado.
Los que más lo veían en el bar dicen que empezó a pedir dos vasos de vino, y que algunos días hasta eran dos veces dos.Cuando Modesto murió se comentaron todo tipo de cosas en el pueblo, llegaron a decir que había sido un suicidio. Pero yo sé que Modesto ni se atrevió a mirar a su perro muerto, y que en aquella noche fría de mayo, Modesto se arrimó demasiado a la lumbre porque le faltaba el calor de su perro.
(La historia de Modesto es una adaptación de un cuento de Jimenez Lozano)

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