Conocí una vez un hombre que se llamaba Modesto y tenía un perro. La única vez que he ido a un juzgado fue por su causa. Un día se quemó su casa y sólo encontraron cenizas, nadie supo cómo murió. Yo, como lo conocía desde niños, tuve que ir a hablar con el señor magistrado.
Modesto nunca tuvo muy buena pata, pero su mala suerte empezó el día que llegó al pueblo la segunda orden de que había que vacunar a todos los perros. La primera vez que lo llevó a vacunar el animal resistió con más pena que gloria, pero a la segunda el chucho no sobrevivió. Modesto llevó a su animal al veterinario después de amenazas de que si no lo hacía lo matarían. Preocupado por qué sería de él si su perro moría, cuando volvió del médico a casa le frió dos sardinas, pero ni por esas, el perro murió. Lo envolvió en una chaqueta vieja y lo tiró junto a un camino. Todas las mañanas cuando salía del trabajo pasaba por allí y se paraba, pero no se acercaba mucho por miedo de ver a su perro muerto.
Los del pueblo se rieron de él. Le hacían bromas en el bar, pero Modesto les sonreía como pidiendo perdón por haber tenido un perro y haberlo amado.
Los que más lo veían en el bar dicen que empezó a pedir dos vasos de vino, y que algunos días hasta eran dos veces dos.Cuando Modesto murió se comentaron todo tipo de cosas en el pueblo, llegaron a decir que había sido un suicidio. Pero yo sé que Modesto ni se atrevió a mirar a su perro muerto, y que en aquella noche fría de mayo, Modesto se arrimó demasiado a la lumbre porque le faltaba el calor de su perro.
Modesto nunca tuvo muy buena pata, pero su mala suerte empezó el día que llegó al pueblo la segunda orden de que había que vacunar a todos los perros. La primera vez que lo llevó a vacunar el animal resistió con más pena que gloria, pero a la segunda el chucho no sobrevivió. Modesto llevó a su animal al veterinario después de amenazas de que si no lo hacía lo matarían. Preocupado por qué sería de él si su perro moría, cuando volvió del médico a casa le frió dos sardinas, pero ni por esas, el perro murió. Lo envolvió en una chaqueta vieja y lo tiró junto a un camino. Todas las mañanas cuando salía del trabajo pasaba por allí y se paraba, pero no se acercaba mucho por miedo de ver a su perro muerto.
Los del pueblo se rieron de él. Le hacían bromas en el bar, pero Modesto les sonreía como pidiendo perdón por haber tenido un perro y haberlo amado.
Los que más lo veían en el bar dicen que empezó a pedir dos vasos de vino, y que algunos días hasta eran dos veces dos.Cuando Modesto murió se comentaron todo tipo de cosas en el pueblo, llegaron a decir que había sido un suicidio. Pero yo sé que Modesto ni se atrevió a mirar a su perro muerto, y que en aquella noche fría de mayo, Modesto se arrimó demasiado a la lumbre porque le faltaba el calor de su perro.
(La historia de Modesto es una adaptación de un cuento de Jimenez Lozano)
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