No sé si se habrán fijado, pero cada vez resulta más complicado elegir la puerta adecuada a la hora de ir al baño en los bares y restaurantes modernos. Uno llega con cierta urgencia a la puerta y se para frente a dos dibujos. ¿Yo qué soy?, ¿ducha o bañera?, ¿curva a la derecha o a la izquierda?, ¿círculo o cuadrado?, ¿S o C?
Muchas veces para resolver el dilema sólo hay que abrir un poco la puerta y otear el panorama. Ahora, como te equivoques, debes atenerte a las consecuencias, una mala mirada en el mejor de los casos. Pero, ¿quién no se ha equivocado y ha entrado en la puerta que no debía entrar?, ¿qué mujer no se ha colado, por equivocación o necesidad, en el baño de hombres? Y viceversa.
Los carteles de los baños darían para todo un estudio. Esto va por modas: está la de los modelos gorditos tipo Botero, la de los grabados antiguos, la de recortar un anuncio con un hombre y una mujer. También están los muñecos, estos son los que más abundan, a los que lo único que les diferencia es si lleva falda o no. Tampoco vale la solución, a la que tantas veces se recurre, de poner la flecha y la cruz, en ese momento pocos están en condiciones de distinguir cuál es el símbolo masculino y cuál el femenino.
Una vez me pasó, tuve que pararme varios minutos frente a las puertas donde había dibujados dos cerditos exactamente iguales. Después de observar minuciosamente los dibujos, me di cuenta de que uno de ellos, ella en este caso, tenía un cerdito chiquitín al lado. ¡Ay, si pusiéramos tanta imaginación en otras cosas como ponen los hosteleros en los carteles del baño!
Parándose frente a la puerta, generalmente se consigue descifrar dónde hay que entrar. Pero claro, tampoco hace mucha gracia tener que hacer estudios anatómicos ni produce buen efecto visto desde fuera. Cualquiera que tenga un rodaje por bares y similares podría contar muchas historias sobre confusiones de este estilo.
Hay que tener cuidado con las ambigüedades, no vaya a ser que acabemos yendo a servicios mixtos. Imagínense por un momento un mundo así... Pido, por favor, al sector hostelero que sean claros al determinar los retretes.
Muchas veces para resolver el dilema sólo hay que abrir un poco la puerta y otear el panorama. Ahora, como te equivoques, debes atenerte a las consecuencias, una mala mirada en el mejor de los casos. Pero, ¿quién no se ha equivocado y ha entrado en la puerta que no debía entrar?, ¿qué mujer no se ha colado, por equivocación o necesidad, en el baño de hombres? Y viceversa.
Los carteles de los baños darían para todo un estudio. Esto va por modas: está la de los modelos gorditos tipo Botero, la de los grabados antiguos, la de recortar un anuncio con un hombre y una mujer. También están los muñecos, estos son los que más abundan, a los que lo único que les diferencia es si lleva falda o no. Tampoco vale la solución, a la que tantas veces se recurre, de poner la flecha y la cruz, en ese momento pocos están en condiciones de distinguir cuál es el símbolo masculino y cuál el femenino.
Una vez me pasó, tuve que pararme varios minutos frente a las puertas donde había dibujados dos cerditos exactamente iguales. Después de observar minuciosamente los dibujos, me di cuenta de que uno de ellos, ella en este caso, tenía un cerdito chiquitín al lado. ¡Ay, si pusiéramos tanta imaginación en otras cosas como ponen los hosteleros en los carteles del baño!
Parándose frente a la puerta, generalmente se consigue descifrar dónde hay que entrar. Pero claro, tampoco hace mucha gracia tener que hacer estudios anatómicos ni produce buen efecto visto desde fuera. Cualquiera que tenga un rodaje por bares y similares podría contar muchas historias sobre confusiones de este estilo.
Hay que tener cuidado con las ambigüedades, no vaya a ser que acabemos yendo a servicios mixtos. Imagínense por un momento un mundo así... Pido, por favor, al sector hostelero que sean claros al determinar los retretes.
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